lunes, 16 de agosto de 2010

Amor fraudulento

Noches enteras esperando este momento. Mi desesperación satírica no tenía límites. Ya hace tiempo que esperaba este momento. Vigilaba a los vecinos desde hace ya tiempo. Era una necesidad de escrachar la pureza de la chiquilla. Ella con tan solo 15 años, 20 de difrerencia, eso lo hacía más excitante. Con solo verla mis sistemas empezaban a transpirar. Era lo que necesitaba.

Con un estado de violencia incomparable encima estaba apunto de hacer lo que había estad buscando desde hace años. Allí se encontraba ella, el angelito de al lado. Sola, bendita noche que los padres de la única hija se iban a cenar fuera. No tenía mucho tiempo para corroer la inocencia del ángel. En tan solo minutos ya estaba golpeandole la puerta con el pretexto de adquirir azucar. Con su educación celestial me hizo pasar mientras me convidaba lo que supuestamente requería. No tardó en llegar con un paquete entero de endulzante. Era ahora o nunca.

Con un movimiento tenaz le inmovilicé los brazos. Ella comenzó a gritar, inútilmente para mi fortuna. A mano tenía un repasador con el que sutilmente la amordacé. Ya estaban as cartas en la mesa, ya estaba en "all in", nada que perder. Mi tenácidad reproductiva hacía de este momento demasiado deseado algo imperdible. Camino a la habitación, pasando por la cochera un par de sogas me sirvieron para amarrarle los pies y las manos, el pobre angelito no tenía como defenderse. Una vez ya en el cuarto sería más fácil.

La tiré en la cama cuando ya nos encontrábamos allí. Ella transpiraba y trataba de gritar. Se movía como podía. Todo eso me apasionaba a más no poder, pero se me estaba haciendo incontrolable. Mi mano abierta ya casi sin pensarlo abofeteó directamente su carita de porcelana. Frágil, unas lágrimas se escapaban de sus ojos y unas gotas de sangre emergían del labio inferior de la jóven. Ahora se quedaba más tranquila, sin patalear al menos, descubrió que resistirse sería inútil.

Había llegado el minuto justo. De dos rápidos movimientos bajé su pantalón y rompí su remera. Solo me separaba de su pureza la lencería que llevaba ella puesta. A besarle el cuerpo me dediqué. Ya estaba entregada, ya ni suplicaba, se acostumbraba a su destino.



Sé que esto es escabroso, perverso e inconcebible, pero hace ya tiempo que tenía ganas de escribirlo. Por si no lo han notado me atrapan las emociones fuertes: Suicidio, homicidio, esto era mi cuota pendiente. El relato sigue y lo tengo guardado. En los próximos días lo subo. Muchas Gracias.

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