jueves, 20 de enero de 2011

Alma en pena [19/01/20-11]

Cabizbajo se encontraba, como siempre él en este último tiempo. Llevaba los piés cansados arrastrando y sus manos pesadas a los lados como si de cada una de sus extremidades se aferraran cadenas con grandes bloques de cemento que no le dejan hechar vuelo. Así transitaba él por los pasajes de la vida. Sin ganas, iba y venia. Él no entendía el por qué de este tan injusto castigo.

Ese castigo que condenaba aquello que escapaba a a razón individual, aquello que era tan hermoso. Ese castigo condenaba el amor. No era un castigo impuesto por ley ni mucho menos, era una condena social. Aquel desgano que el pobre jóven sufría, no era más que transitar por los senderos del existir siendo diferenciado de los demás, por los demás. La rutina diaria era la misma a diario.

Se despertaba de sus dulces sueños, en los que seguramente recorría feliz los campos llenos de flores florecidas de la mano con aquella persona de la que solo bastaba una mirada para que sus problemas dejaran de acosarlo. Pero no, no, la realidad así no era. Era un sin fin de proezas imposibles de realizar.

Cada una de ellas era opacada por las miradas. Si, las miradas, malditas miradas. Si tan solo los demás fueran consientes de lo que pueden le provocar con una mirada. O quizás lo son, y por eso lo hacen. El punto es que él las sufría, sentía como cada una de ellas le lastimaba la piel, dejando heridas muy difíciles de curar e imposibles de desaparecer.

Pobre aquel jóven que nunca decidió sentir por lo que lo castigan. Pobre aquel jóven que lo único que buscó fue lo más humano, fue sentir, sentir como él sentía. Fue seguir sus ideales. Aquellos ideales que lo llamaban a emprender un solitario camino. Aquellos sentimientos que lo cruzificaban a la vista burda y despectiva de los demás.

Él pagaba la pena, la pena no merecida, la pena impuesta. Su crimen había sido quererse lo suficiente como para aceptarse, como para no demostrar algo que él no quería demostrar, su crimen había sido amar. ¿Cuándo lo absolverían? ¿Cuándo se darán cuenta que crimen sería esconderse? Pobre alma en pena la de aquél jóven que decidió amar.

lunes, 16 de agosto de 2010

Amor fraudulento

Noches enteras esperando este momento. Mi desesperación satírica no tenía límites. Ya hace tiempo que esperaba este momento. Vigilaba a los vecinos desde hace ya tiempo. Era una necesidad de escrachar la pureza de la chiquilla. Ella con tan solo 15 años, 20 de difrerencia, eso lo hacía más excitante. Con solo verla mis sistemas empezaban a transpirar. Era lo que necesitaba.

Con un estado de violencia incomparable encima estaba apunto de hacer lo que había estad buscando desde hace años. Allí se encontraba ella, el angelito de al lado. Sola, bendita noche que los padres de la única hija se iban a cenar fuera. No tenía mucho tiempo para corroer la inocencia del ángel. En tan solo minutos ya estaba golpeandole la puerta con el pretexto de adquirir azucar. Con su educación celestial me hizo pasar mientras me convidaba lo que supuestamente requería. No tardó en llegar con un paquete entero de endulzante. Era ahora o nunca.

Con un movimiento tenaz le inmovilicé los brazos. Ella comenzó a gritar, inútilmente para mi fortuna. A mano tenía un repasador con el que sutilmente la amordacé. Ya estaban as cartas en la mesa, ya estaba en "all in", nada que perder. Mi tenácidad reproductiva hacía de este momento demasiado deseado algo imperdible. Camino a la habitación, pasando por la cochera un par de sogas me sirvieron para amarrarle los pies y las manos, el pobre angelito no tenía como defenderse. Una vez ya en el cuarto sería más fácil.

La tiré en la cama cuando ya nos encontrábamos allí. Ella transpiraba y trataba de gritar. Se movía como podía. Todo eso me apasionaba a más no poder, pero se me estaba haciendo incontrolable. Mi mano abierta ya casi sin pensarlo abofeteó directamente su carita de porcelana. Frágil, unas lágrimas se escapaban de sus ojos y unas gotas de sangre emergían del labio inferior de la jóven. Ahora se quedaba más tranquila, sin patalear al menos, descubrió que resistirse sería inútil.

Había llegado el minuto justo. De dos rápidos movimientos bajé su pantalón y rompí su remera. Solo me separaba de su pureza la lencería que llevaba ella puesta. A besarle el cuerpo me dediqué. Ya estaba entregada, ya ni suplicaba, se acostumbraba a su destino.



Sé que esto es escabroso, perverso e inconcebible, pero hace ya tiempo que tenía ganas de escribirlo. Por si no lo han notado me atrapan las emociones fuertes: Suicidio, homicidio, esto era mi cuota pendiente. El relato sigue y lo tengo guardado. En los próximos días lo subo. Muchas Gracias.

jueves, 29 de julio de 2010

Olvidarlo, sería matarlo dos veces. Memorias de aquel 29 de Julio de 2000.

Caminaba de un lado al otro en la habitación. Como siempre, vestía con su indumentaria laboral, su vida era su trabajo. Desesperado, las gotas de sudor caían por cada una de sus arrugas, cada uno de sus lunares, por su cabellera, cada uno de sus rasgo faciales se veía invadido por la desesperación. Este último tiempo había sido insoportable, pobre hombre. Corría como un desquisiado de aquí para allá solo para buscar un poco de ayuda. Hoy ya ni los teléfonos le atendían.
El único que se animo a luchar con todos a refregárles en la cara que eran unos corruptos sin moral. Aquel al que nada importaban los honorarios, sino un trabajo limpio. Cada uno de sus trabajos fue destinado a la ayuda comunitaria, fue un precursor, un innovador, un maestro. Pero... ¿Cuánto de eso importaba? Nada. Ese tipo que ayer se animaba  triunfar y a lograr hoy no sabía como hacer para mantener sus proezas.
Obras importantísimas de calibres inpensados estaban a punto de ser tiradas por los mismos valores que habían ayudado a erguirlas. La honradez, el desinterés, la humildad, el profesionalismo. Palabras que muchos de los sinvergüenzas que sin duda habían ayudado para la situación actual del hombre no habían visto ni en revistas. Años y años de incontable y desinteresado esfuerzo tirados a la basura. Millones y millones de billetes anunciaban el próximo fracaso de tan maravillosa conquista. El sistema que se le imponía a alguien que nunca laburó en pos del mismo. Una sola desición quedaba por tomar, solo una. La menos querida, la menos buscada, la más sufrida, la más efectiva seguramente también.
Era hora de crear conciencia. Muchos otros caminos se podían tomar, pero solo uno redundará verdaderamente, durando en la conciencia colectiva durante años, décadas, siglos tal véz. Era hora de actuar, él ya tenía la próxima toma pensada, solo faltaba llevarla a escena. En su escritorio pasó sus últimos minutos. Sin vacilar y con ese fino trazo que lo caracterizaba comenzó a escribir. "No me queda otra opción.", "recuerdenlo por siempre", "salvarlos es mi único objetivo", "busquen, sueñen y actúen", "esta depresión me induce a esto" y muchas otras frases detalladas y sentidas se dejaban leer en ese pedazo de papel en el que residiría por siempre el legado del gran señor.
El momento cumbre llegó, la segura mano abrió el cajón y sacó lo que nadie hubiera imaginado ver en las manos de aquel buen hombre. Luego de examinarla durante unos minutos llevó al objeto maldito donde sería su posoción final. No duvitó un segundo más, el acto estaba más que meditado y ensayado. Presionó el gatillo y se puso fin a la vida de aquel buen hombre. La bala atravezó el órgano noble, deteniendo al instante la tan gloriosa como sufrida vida del respetado ciudadano. ¿Sería lo correcto? El tiempo lo juzgará.

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En memoria del Dr. René Gerónimo Favaloro (La Plata, Argentina, 12 de julio de 1923 - Buenos Aires, Argentina, 29 de julio de 2000).

domingo, 4 de julio de 2010

Me dejó callado...

Nunca me voy a olvidar el día en que en conferencia de prensa se anunciaba a Diego Armando Maradona como director técnico de la selección después de la salida de la poco exitosa era Alfio "Coco" Basile. El mismo Diego Armando Maradona que nos hizo brillar ante el mundo en el '86 levantando la copa y en el '90 llegando ...a esa final que nos dejó gusto a poco. Y el mismo jugador que se cortó las piernas con el anti dopping positivo, que nos dejó con un pie y medio fuera del mundial '94. Ese mismo que se drogó y que estubo apunto de estirar las gambas más de una vez. Nunca antes había insultado tanto a Maradona, me parecía incomprensible que ese cargo, que debía de ser ejemplo para 23 jugadores y 40 millones de hinchas (Argentina vive el fútbol a flor de piel, demasiado para mi gusto a veces), lo ocupara él.




Así llegaron los primeros partidos de la era Maradoniana, un verdadero desastre. Veintitrés maravillosos jugadores que entre todos no podían hacer un puto equipo. Así llegamos al Mundial, com más suerte que técnica. Llovían las críticas para el equipo de Maradona. Mis augurios predecían que octavos de final el Diego los veía en el sillón de su casa.



El primer partido contra Nigeria, y a pesar de que muchos argentinos daban por cantada una desastrosa actuación del equipo de la AFA, entre ellos yo, siempre un poco de esperanza quedó. Y así fue como el Sr. Diego Armando Maradona, secundado siempre por Enrique y Mancuso, me hizo comer los mocos. Si señores, me sorprendieron ampliamente, como a toda la Argentina.



Así fuimos venciendo hasta llegar a cuartos de final, en el cual no hace falta revivir el carma, perdimos amplia y justamente con los alemanes. Por todo esto que relato es que me parece que ni yo ni ningún argentino puede tener el tupé de descalificar verbalmente la tarea de los 23 jugadores ni del cuerpo técnico y que ninguno de los que llevaron el escudo de la AFA en el pecho durante la estadía en Sudáfrica merece ser muy criticado. ¿Hubo errores? Pero, por supuesto, sino no nos estaríamos volviendo. Pero, ¿qué más da? Este equipo; integrado en partes iguales por Diego, Mancuso, Enrique, Diego Pozo, Bilardo, Messi, Higuaín, Samuel, Verón, Masche, Otamendi y toda la comitiva; hizo latir los corazones FUBOLEROS (si, fuboleros) de cada uno de los argentinos, trajo la pasión a los hogares nuevamente. Detrás de cada cabezeada de Heinze, de cada gol del pipita, de cada jugada de Messi, de cada grito del Apache había 40.000.000 de latidos. Esos 40 millones de latidos aún hacen vibrar el suelo argentino, que a pesar de todo, no está tistre por la derrota, sino que está orgulloso del equipo caballero y majestuoso que nos representó en Sudáfrica.

jueves, 20 de mayo de 2010

"¿Y ahora qué?" by Luisiitop!

Hoy llega a mi la noticia de tu partida. Una carta, una simple carta. ¿Qué hago yo con un mísero papel? En ella explicas, explicas que tu vida no era la que querías, la que esperabas; que todo lo malo te pasaba a ti. Nadie te valora, a nadie le importas. ¿Qué hago yo con una miserable narración? Yo te quería junto a mí, yo te valoraba, yo te respetaba, yo... ¿solo yo? Mis ojos comienzan a extrañarte llorando tus penas pasadas. "No puedo sobrevivir si nadie cree en mi" decía la nota con tu letra única, tan legible y refinada. Me puse a penar, era todo verdad, una lastimosa realidad. Lo que más quería y anhelaba dejaba de existir, ya nadie lo idolatraba como yo me encargaba de hacerlo.

Esta muerte era un suicidio con sabor a homicidio. Ya no está entre nosotros, será difícil, pero es lo que conseguimos con nuestros actos. Prepárense para un mundo donde el amor ya no esté.

domingo, 16 de mayo de 2010

"Camino de la vida" by Luisiitop! 17/05/20-10

Mírame aquí sentado en uno de los sillones de mi casa sin nadie que me acompañe. Domingo a la tarde y, como sucede semana a semana, un aburrimiento reina el interior de esta casa. Me dirijo hasta la ventana y abro la persiana, notando que el día afuera estaba realmente hermoso. El sol alumbraba. Las nubes que en el cielo se anidaban parecían como de utilería, blancas como la nieve. Decidí ponerme las zapatillas adecuadas y salir a recorrer la ciudad en la que me crié y me formé, mi querido pueblo.


Así fue como llegué al parque departamental. En sus verdes, sus bancos, sus canchitas, sus senderos y sus calles se anidaban distintas personalidades, había para todos los gustos. Fue desde que entre aquí que me decidí a hacer lo que mejor hago. observar. 


Pasando cerca de unos columpios noté a un chiquillo que se hamacaba para delante y para atrás mientras discutía con su amigo del columpio contiguo que si un programa de televisión era mejor que el otro. Ellos estaban tan alegres, tan puros. Sus mentes llenas de inocencia aprendían día a día cosas nuevas, cosas que para ellos eran bellísimas. Tanta ingenuidad transmitía ternura, esa era la época en la que de verdad uno era feliz, era la época en la que a uno no lo afectaba nada, donde las peleas se olvidaban a los minutos y donde el mejor regalo era una moneda, con la que alcanzábamos a comprar una bolsa llena de caramelos. Qué felicidad, era todo demasiado sencillo.


Continué con mi caminata y no muy lejos de allí, tirados sobre un mantel en el prolijo pasto, se encontraban dos adolescentes enamorados. Qué días aquellos en los que solo pensabas en amigos y amores. Esos dos que estaban tirados la estaban disfrutando del amor mediante sus besos y caricias. Seguramente escapando un rato de sus casas conseguían desconectarse un poco del mundo de los adultos y así vivir a pleno sus dieciséis años, llenos de fuego y amor. 


En una de esas, decido sentarme un rato, ya me había cansado un poco y me hecho en las raíces de un aguaribay para ver a la gente pasar. Por allí pasa una pareja de gente adulta, de unos 40 años mas o menos. Ellos, pobres seres pensantes dominados por el materialismo. Lo único que hicieron en todo el trayecto que los escuché fue hablar de para lo poco que les alcanzaba el sueldo, el poco tiempo libre que tenían, lo mucho que les exigían en el trabajo, lo mucho que odiaban visitar a sus padres, y quejas y más quejas.


Asqueado por la conversación de ellos decidí pararme y retomar el recorrido a mi casa, pero por otro sendero. A lo lejos veo a un hombre ya anciano, como de ochenta y cinco años reposado en un banco con el bastón al costado. Notando que estaba solo me acerqué y me senté junto a él. Una vez sentado junto a él nos pusimos a conversar.


-Hola maestro, ¿no se aburre aquí sentado solo?
-Claro que no m'hijo, aquí sentado paso los mejores momentos de mi día.
-Pero... ¿Qué puede disfrutar sentado solo en un banco del parque?
-Observo muchacho, observo. Veo lo que tengo a mi alrededor.
-¿Pero eso no lo angustia más?- Dije trayendo a mi mente la agobiante conversación entre los cuarentones.
-Claro que no, yo me siento aquí y veo a la vida pasar. Veo bebes en coches, niños alegres, jóvenes pasionales, grandotes preocupados, son las etapas de la vida.
-¿Y usted en que etapa está?
-¿Yo?- Soltó una carcajada. -Yo ya no estoy en el circuito de la vida, joven. Ya estoy más allá; después de haber vivido tanto ya pasé por todo, lo único que me queda es esperar y reírme de los demás que viven como no tendrían que hacerlo, pero lástima que hasta yo viví así. Son errores, benditos sean los sabios.
No supe que más decir, el viejo tenía razón, si solo nos diéramos cuenta de que todo minuto es importante.