sábado, 13 de marzo de 2010

"Sueño Eterno"


Estaba en un lugar extraño. Aquí hay flores, pasto verde que no crece. Gente solidaria, no tanto como para empalagar. Gente que muere tranquila, cociente de que finaliza un ciclo. Donde el mundo está cuidado, donde nosotros queremos al mundo. Todos hablamos un solo idioma, es un pueblo unido. Todos aceptamos al otro. No hay oficialismo ni oposición. Se pelean por el poder, si, pero cuando uno llega a conseguirlo los demás los respetan, cooperan. El que quiere trabaja, el que no no sobreviven. No existen planes trabajar ni nada de eso. El que quiere vivir bien, trabaja; el que no, chantea, pero se la banca. No hay gordos y flacos, ni altos ni enanos, ni putos y héteros, ni blancos ni negros, ni socialistas ni conservadores, hay personas.
Aquí la gente vive feliz. Agradece el despertar cada mañana. Pero no lo hace a Dios, sino a los demás que le hacen placentera la corta estadía en el tren bala que se suele llamar vida. Algo era raro en este mundo, era... como decirlo... ¿lo que tendría que ser? ¡Si, eso es!
De repente en mis costillas se siente el codo de mi compañero de banco, señal de que la profesora me observaba. Era extraño, era imaginado, era soñado. Aquella señora que ya la canción de Arjona le quedaba chica, bastante chica, nos explicaba las miserias del mundo pasado. Si las miserias. "Represión", "engaño", "deuda", "fraude", "injusticia", "desigualdad", "impunidad"; parecían las únicas palabras que sabía la dama.
¿En qué mundo vivimos? En este. Miré a mi alrededor. Escuché a la profesora. Recordé el programa de noticias del mediodía.
Mis labios se acercaron a los oídos de mi compañero. -No me despiertes más, prefiero vivir en el ensueño.- Dije tratando de que no sonara a regaño. Me paré de repente, en medio de una explicación de la docente, saliendo del salón con paso tranquilo. -García, García, vuelva a sentarse. García, venga acá.- La voz chillona de una profesora en aprietos es insoportable. Seguí mi camino, directo a mi casa. Mucho no lo pensé, quería dormir para siempre. Era la única posibilidad que quedaba en este mundo gris para ser feliz, porque parecía que cada vez que intentaba ser feliz, alguien no me dejaba. El camino a mi hogar fue tranquilo. Hijo único, padres trabajando.
Una vez dentro de mi casa me dirijo directo al pastillero, píldoras para dormir. Me pareció muy cobarde hacer lo que hacía de ese modo, muy desconsiderado. Me fui hasta el escritorio con las pastillas en la mano. "Lo intenté, pero no pude ser feliz. Viviré mi sueño eterno, gracias por todo." fue la frase que elegí para despedirme del mundo físico. Las diez pastillas para dormir reposaban en mi boca, apunto de iniciar el viaje hacía mi estómago. Una sobredosis fatal, tal como esperaba. Ahora me encontraba rápida en mi sueño eterno, ahora era feliz.

by Luisiitop!

1 comentario:

Javier Gregorio H. dijo...

Creo que te lo dije cuando la leí la primera vez. Podría estar incluido en lo que se podría llamar "El Diario de todo adolescente". Son normales estos sentimientos a tu edad. Ya van a pasar y vas a salir fortalecido de eso. Com ganas de cambiarlo.